Parece que estamos entrando en una nueva era dorada, ¿verdad?

La misma vibra que los años veinte, cuando la cultura explotó, surgieron nuevas ideas, las industrias se transformaron de la noche a la mañana y la gente realmente creía que el progreso era posible. Esa energía de descubrimiento, de empujar los límites solo para ver qué hay al otro lado.

Ahora hay una sensación en el aire, especialmente en los rincones más optimistas del cripto y Web3. Como si ya no solo estuviéramos construyendo tecnología, sino mundos. Nuevas teologías en torno a la descentralización, nuevas perspectivas sobre lo que podría significar la democracia, movimientos que se sienten genuinamente de base.

Quizá sea ingenuo. Quizá solo sea la euforia de un mercado alcista hablando. Pero maldita sea, ha pasado un tiempo desde que las cosas se sintieron tan... vivas. Como si el impulso cultural estuviera volviendo hacia los constructores, soñadores, personas que piensan que el futuro no tiene por qué ser una mierda.

La era del descubrimiento nunca terminó realmente. Solo se volvió digital.