Cuando las cosas parecían estables en la superficie, JPMorgan ya estaba levantando alarmas sobre las prácticas contables de Tricolor. El gigante bancario había señalado serias preocupaciones sobre los registros financieros de la firma, problemas que no se desvelarían por completo hasta que finalmente llegara el colapso.

Es un cuento clásico en el mundo de las criptomonedas: primero llega el escrutinio institucional, luego todo se desmorona. El escepticismo temprano de JPMorgan resultó ser acertado. Sus contadores detectaron inconsistencias que sugerían problemas más profundos bajo el exterior brillante.

La cronología es instructiva. Un año separó la advertencia inicial de la implosión real, sin embargo, para entonces ya era demasiado tarde para muchos inversores atrapados en las consecuencias. El caso plantea preguntas difíciles sobre la debida diligencia, los estándares de transparencia y por qué las señales de alerta de las principales instituciones financieras no siempre provocan correcciones inmediatas en el mercado.

Para los traders y analistas, esto sirve como un recordatorio: cuando jugadores establecidos como JPMorgan comienzan a cuestionar los números, vale la pena prestar atención. La brecha entre la detección y el colapso puede ser engañosamente larga.