Hacia los 1.5 billones de dólares en IPO, Elon Musk estuvo a punto de perderlo todo

Autor: Xiao Bing Deep潮 TechFlow

En el invierno de 2025, la brisa marina de Boca Chica, Texas, sigue siendo salada y intensa, pero el aire de Wall Street está especialmente caluroso.

El 13 de diciembre, una noticia saltó a los titulares económicos como un cohete Falcon Heavy: La última ronda de emisión interna de acciones de SpaceX ha valorado la empresa en 8000 mil millones de dólares.

El memorando muestra que SpaceX está preparando activamente su IPO para 2026, con una financiación superior a 3000 millones de dólares. Musk espera que la valoración total de la empresa alcance los 1.5 billones de dólares. Si tiene éxito, esto acercará el valor de mercado de SpaceX al récord alcanzado por Saudi Aramco en su salida a bolsa en 2019.

Para Musk, este es un momento sumamente mágico.

Como el hombre más rico del mundo, su patrimonio personal volverá a superar los máximos históricos con el lanzamiento de esta “supernave”, convirtiéndose en el primer multimillonario en la historia humana en alcanzar la marca del billón de dólares.

Retrocediendo 23 años, nadie habría creído en este final. En ese entonces, SpaceX, en los ojos de gigantes como Boeing y Lockheed Martin, no era más que un “fracasado de la manufactura” que podía ser aplastado en cualquier momento.

Más precisamente, parecía una especie de desastre que nunca terminaba.

Cuando un hombre decide construir cohetes

2001, Elon Musk tiene 30 años.

Acaba de convertir en efectivo su participación en PayPal, con más de 100 millones de dólares en mano, y se encuentra en el típico “punto de libertad personal” de Silicon Valley. Podría haber vendido su empresa como Mark Andreessen de a16z, para convertirse en inversor, evangelista, o incluso no hacer nada.

Pero Musk eligió un camino increíblemente audaz.

Quiere construir cohetes y luego ir a Marte.

Para este sueño, viajó con dos amigos a Rusia, intentando comprar un cohete Dnieper renovado como medio de transporte para realizar el plan de oasis marciano.

El resultado fue humillante.

En una reunión con la Oficina de Diseño Lavochkin, un diseñador jefe ruso escupió a Musk, considerando que este estadounidense adinerado no entendía nada de tecnología espacial. Finalmente, le dieron un precio exorbitante y le insinuaron que “si no tienes dinero, lárgate”, y el equipo regresó con las manos vacías.

En el vuelo de regreso, sus compañeros estaban desanimados, pero Musk seguía trabajando en su computadora. Después de un momento, se volvió y mostró una hoja de cálculo: “Oye, creo que podemos construirlo nosotros mismos.”

Ese año, China acababa de lanzar Shenzhou 2, y la exploración espacial era vista como un “milagro” nacional, un juego solo para grandes potencias. Que una empresa privada quisiera construir cohetes era tan ridículo como que un niño de primaria afirmara que construiría un reactor nuclear en su patio trasero.

Eso es el “de cero a uno” de SpaceX.

El crecimiento es constante fracaso

Febrero de 2002, en el 1310 de la Avenida Gran en El Segundo, Los Ángeles, en un viejo almacén de 75,000 pies cuadrados, se fundó oficialmente SpaceX.

Musk tomó 100 millones de dólares de sus ganancias de PayPal como capital inicial, y estableció la visión de la compañía como “la Southwest Airlines de la industria espacial”, ofreciendo transporte espacial de bajo costo y alta fiabilidad.

Pero la realidad pronto golpeó duramente a este idealista: construir cohetes no solo era difícil, sino que costaba una fortuna.

En la industria aeroespacial hay un dicho: “Sin mil millones de dólares, ni siquiera puedes despertar a Boeing.”

Los 100 millones de Musk parecían una gota en un océano en este sector. Y aún más duro, SpaceX enfrentaba un mercado controlado por empresas centenarias como Boeing y Lockheed Martin, que no solo tenían una sólida capacidad técnica, sino también una profunda red de relaciones gubernamentales.

Estaban acostumbrados a monopolizar, a recibir grandes pedidos del gobierno, y para los intrusos como SpaceX, solo había una actitud: reírse.

En 2006, la primera nave de SpaceX, “Falcon 1”, estaba en la plataforma de lanzamiento.

Era un homenaje al programa Falcon de DARPA y también una reverencia a la nave Millennium Falcon de Star Wars. Era pequeña, incluso un poco austera, parecía un prototipo.

No sorprendió que, 25 segundos después del despegue, explotara.

En 2007, en el segundo intento, voló unos minutos y luego se estrelló.

Las risas no se hicieron esperar. Algunos comentaron con sarcasmo: “¿Creen que los cohetes son como escribir código? ¿Se pueden parchear?”

En agosto de 2008, el tercer intento fue el más desastroso: el primer y segundo stage colisionaron, y las esperanzas recién encendidas se convirtieron en fragmentos sobre el Océano Pacífico.

El ambiente cambió por completo. Los ingenieros comenzaron a dormir mal, los proveedores exigían pagos en efectivo, los medios dejaron de ser corteses. Lo más grave: el dinero se estaba acabando.

2008 fue el año más oscuro en la vida de Musk.

La crisis financiera azotaba el mundo, Tesla estuvo al borde de la bancarrota, y su esposa, con quien llevaba diez años casado, lo dejó… Los fondos de SpaceX solo alcanzaban para un último lanzamiento. Si fallaba una cuarta vez, la compañía se disolvería, y Musk quedaría en la calle.

Entonces, un golpe aún más duro llegó.

Su ídolo de la infancia, “el primer hombre en la Luna” Armstrong y “el último en la Luna” Cernan, expresaron públicamente que no confiaban en su plan de cohetes. Armstrong dijo directamente: “No entiendes lo que no entiendes.”

Al recordar esos días, Musk se emocionó y se le llenaron los ojos de lágrimas en cámara. No lloró por la explosión del cohete, ni por la bancarrota inminente, pero cuando mencionó las críticas de sus ídolos, no pudo contenerse.

Musk le dijo al presentador: “Estas personas son mis héroes, ha sido muy difícil. Ojalá pudieran venir a ver lo duro que trabajo.”

En ese momento, apareció un subtítulo: A veces, tus ídolos te decepcionan. (Sometimes the very people you look up to, let you down.)

Sobrevivir en la desesperación

Antes del cuarto intento, nadie hablaba ya del plan de Marte.

Toda la empresa estaba envuelta en un silencio solemne. Todos sabían que ese Falcon 1 se había construido con los últimos centavos, y si fallaba, la compañía se disolvería.

El día del lanzamiento, no hubo grandes discursos ni arengas. Solo un grupo de personas en la sala de control, mirando en silencio la pantalla.

El 28 de septiembre de 2008, la nave despegó, una llama iluminó la noche.

Por primera vez, la nave no explotó, pero en la sala de control reinó el silencio, hasta que, a los 9 minutos, el motor se apagó según lo planeado y la carga útil entró en la órbita prevista.

“¡Lo logramos!”

El centro de control estalló en aplausos y vítores, Musk levantó los brazos, y su hermano Gimbel, que estaba a su lado, empezó a llorar.

Falcon 1 hizo historia, y SpaceX se convirtió en la primera empresa privada en lograr un lanzamiento orbital exitoso.

Este éxito no solo salvó a SpaceX, sino que también le dio una “píldora de supervivencia” a largo plazo.

El 22 de diciembre, el teléfono de Musk sonó, poniendo fin a su año 2008, marcado por la mala suerte.

William Gerstman, director de exploración espacial de NASA, le dio una buena noticia: SpaceX había obtenido un contrato de 1,6 mil millones de dólares para realizar 12 viajes de ida y vuelta entre la estación espacial y la Tierra.

“Me encanta NASA,” exclamó Musk, y luego cambió la contraseña de su computadora a “ilovenasa”.

Tras estar al borde de la muerte, SpaceX sobrevivió.

Jim Cantrell, uno de los primeros en participar en el desarrollo de los cohetes de SpaceX y amigo que le prestó sus libros de texto universitarios, recuerda con emoción el éxito del Falcon 1:

“El éxito de Elon Musk no se debe a su visión a largo plazo, ni a su inteligencia excepcional, ni a su incansable trabajo, aunque todo eso sea cierto. La clave del éxito, lo más importante, es que en su diccionario no existe la palabra fracaso. El fracaso nunca entra en su pensamiento.”

Hacer que el cohete regrese

Si la historia terminara aquí, sería solo una leyenda inspiradora.

Pero lo realmente aterrador de SpaceX empieza justo ahora.

Musk mantiene un objetivo que parece irracional: los cohetes deben ser reutilizables.

Casi todos los expertos internos estaban en contra. No por imposibilidad técnica, sino por ser demasiado arriesgado desde el punto de vista comercial, como si nadie quisiera volver a usar vasos desechables.

Pero Musk persistió.

Él cree que si los aviones se desecharan después de un solo vuelo, nadie podría permitirse volar. Si los cohetes no son reutilizables, el espacio siempre será un juego para unos pocos.

Esa es la lógica fundamental de Musk, los primeros principios.

Volviendo al inicio, ¿por qué un programador como Musk se atrevió a construir cohetes él mismo?

En 2001, después de revisar innumerables libros especializados, Musk creó una hoja de Excel que desglosaba detalladamente los costos de fabricación de un cohete. El análisis mostró que los costos de fabricación estaban artificialmente inflados por los gigantes tradicionales del sector, por decenas de veces.

Estas empresas con mucho dinero estaban acostumbradas a la “sobreestimación de costos”, y cada tornillo costaba cientos de dólares. Musk preguntó: “¿Cuánto cuesta en Londres el aluminio y el titanio en los mercados de metales? ¿Por qué hacer una pieza cuesta mil veces más?”

Si los costos estaban inflados artificialmente, entonces también podían ser reducidos artificialmente.

Siguiendo los primeros principios, SpaceX emprendió un camino sin muchas salidas.

Repetir lanzamientos, analizar las explosiones, seguir intentando recuperar, una y otra vez.

Todas las dudas se silenciaron esa noche de invierno.

El 21 de diciembre de 2015, quedó marcado en la historia espacial humana.

El Falcon 9 con 11 satélites despegó desde la Base de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral. Diez minutos después, ocurrió el milagro: el primer stage regresó con éxito al lugar de lanzamiento, aterrizando verticalmente en la pista de Florida, como en una película de ciencia ficción.

En ese momento, las viejas reglas de la exploración espacial fueron completamente destruidas.

Una era de exploración espacial económica, inaugurada por esta antigua “fracasada” compañía.

Construir una nave espacial con acero inoxidable

Si recuperar cohetes fue un desafío a la física, construir la nave Starship con acero inoxidable fue una “revolución” en ingeniería por parte de Musk.

En las primeras etapas del desarrollo de la “Starship” para colonizar Marte, SpaceX también cayó en la trampa de los “materiales de alta tecnología”. La creencia general era que, para viajar a Marte, los cohetes debían ser lo más livianos posible, usando costosos y complejos materiales compuestos de fibra de carbono.

Por ello, SpaceX invirtió mucho en la fabricación de grandes moldes de fibra de carbono. Pero la lentitud y los altos costos alertaron a Musk, quien volvió a los primeros principios y hizo un cálculo:

El costo del carbono de fibra por kilogramo llega a 135 dólares, y su procesamiento es muy difícil; en cambio, el acero inoxidable 304, usado en utensilios de cocina, cuesta solo 3 dólares por kilogramo.

“Pero el acero inoxidable es demasiado pesado.”

Frente a las dudas de los ingenieros, Musk señaló una verdad física ignorada: el punto de fusión.

La fibra de carbono tiene poca resistencia al calor y necesita revestimientos aislantes pesados y caros. El acero inoxidable tiene un punto de fusión de 1400 grados y, en temperaturas ultrabajas de oxígeno líquido, su resistencia incluso aumenta. Sumando el peso del sistema de aislamiento, el cohete hecho con “material pesado” de acero inoxidable tiene un peso total similar al de fibra de carbono, pero su costo se reduce en 40 veces.

Esta decisión permitió a SpaceX liberarse por completo de las cadenas de la fabricación de precisión y los materiales aeroespaciales. Ya no necesitan salas limpias; en los terrenos de Texas, pueden montar una tienda de campaña y soldar cohetes como si construyeran una torre de agua, sin preocuparse por romperlos, y limpiar los fragmentos para seguir soldando al día siguiente.

Este pensamiento basado en los primeros principios atraviesa toda la historia de SpaceX. Desde cuestionar “¿Por qué los cohetes no pueden ser reutilizables?” hasta “¿Por qué los materiales espaciales deben ser caros?”, Musk siempre parte de las leyes físicas más básicas, desafiando las suposiciones existentes en la industria.

“Hacer ingeniería de primera con materiales de bajo costo,” esa es la verdadera ventaja competitiva de SpaceX.

Starlink, la verdadera arma secreta

Los avances tecnológicos han impulsado una valoración astronómica.

De 1,3 mil millones en 2012, a 400 mil millones en julio de 2024, y ahora a 800 mil millones, la valoración de SpaceX realmente “ha despegado”.

Pero lo que sostiene ese valor altísimo no son los cohetes, sino Starlink.

Antes de Starlink, para el público general, SpaceX solo era esa compañía que en las noticias explotaba cohetes o los aterrizaba espectacularmente.

Starlink cambió todo.

Este constelación de miles de satélites en órbita baja se está convirtiendo en el mayor proveedor de internet del mundo, transformando la “exploración espacial” de un espectáculo visual a una infraestructura básica, como el agua o la electricidad.

Ya sea en un crucero en medio del Pacífico o en las ruinas en medio de un conflicto, con un receptor del tamaño de una caja de pizza, la señal puede llegar desde órbitas cercanas a cientos de kilómetros de distancia.

No solo ha cambiado el panorama de las comunicaciones globales, sino que también se ha convertido en una máquina de imprimir dinero, proporcionando un flujo constante de efectivo a SpaceX.

Hasta noviembre de 2025, los suscriptores activos de Starlink en todo el mundo alcanzaron los 7,65 millones, con más de 24,5 millones de usuarios en total. El mercado de Norteamérica aporta el 43% de las suscripciones, mientras que mercados emergentes como Corea y el Sudeste Asiático aportan el 40% de los nuevos usuarios.

Esta es la razón por la que Wall Street se atreve a ponerle un valor astronómico a SpaceX: no por la frecuencia de los lanzamientos, sino por los ingresos recurrentes de Starlink.

Los datos financieros muestran que los ingresos previstos de SpaceX en 2025 serán de 15 mil millones de dólares, y en 2026 podrían subir a entre 22 y 24 mil millones, con más del 80% de esos ingresos provenientes de Starlink.

Esto significa que SpaceX ha dado un giro espectacular: ya no es solo un contratista aeroespacial dependiente de contratos, sino que se ha convertido en un gigante de las telecomunicaciones globales con una barrera de entrada casi monopolística.

La noche previa al IPO

Si SpaceX logra salir a bolsa y recaudar 300 mil millones de dólares, superará la cifra récord de 2019 de Saudi Aramco, que recaudó 290 mil millones, convirtiéndose en la mayor IPO de la historia.

Algunos bancos de inversión predicen que la valoración final de la IPO de SpaceX podría incluso alcanzar los 1.5 billones de dólares, desafiando el récord de 1.7 billones de Saudi Aramco en 2019, y colocándola entre las 20 empresas con mayor valor de mercado del mundo.

Detrás de estas cifras astronómicas, los primeros en emocionarse son los empleados de Boca Chica y Hawthorne.

En la reciente venta interna de acciones, a 420 dólares por acción, los ingenieros que acompañaron a Musk durmiendo en el suelo de la fábrica y soportaron innumerables “infiernos de producción” verán surgir una gran cantidad de multimillonarios.

Pero para Musk, el IPO no es solo una “salida con ganancias” tradicional, sino una “repostada” costosa.

Antes, Musk se oponía a salir a bolsa.

En una conferencia en 2022, Musk advirtió a todos los empleados: “Salir a bolsa es una invitación al dolor, y el precio de las acciones solo distraerá.”

Pasaron 3 años, ¿qué cambió la actitud de Musk?

Por muy ambiciosos que sean los sueños, necesitan respaldo de capital.

Según su cronograma, en dos años, la primera nave Starship realizará pruebas de aterrizaje en Marte sin tripulación; en cuatro años, los humanos dejarán huellas en la superficie roja de Marte. Y su visión final, en 20 años, con 1000 Starships en tránsito, es construir una ciudad autosuficiente en Marte, con una inversión que sigue siendo astronómica.

En varias entrevistas, Musk ha declarado que el único propósito de acumular riqueza es convertir a la humanidad en una “especie multiplanetaria”. Desde esa perspectiva, los cientos de miles de millones recaudados en la IPO podrían considerarse como una “tarifa interestelar” que Musk cobra a los terrícolas.

Con gran expectativa, la mayor IPO en la historia de la humanidad no será un yate o una mansión, sino que se transformará en combustible, acero y oxígeno, pavimentando ese largo camino hacia Marte.

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